No he desaparecido. La secta no ha muerto. Ni me ha tragado una tumba en la noche de Difuntos. Es sólo que fui a hacer un ritual con cola de carpintero y me quedé pegada en unas ruinas mayas. Estuve tres días pidiendo auxilio hasta que llegaron unos turistas belgas y me rescataron. Desde entonces sufro extraños temblores por las noches. He tenido que ir a un psiquiatra, a éste de la tele, sí, al de Cuarto Milenio, el Cabrera ese, al que van a demandar esos expresivos padres ingleses de la niña desaparecida en Portugal. Me ha dicho que es normal, que he sufrido un trauma muy fuerte y me ha recetado unas pastillas como burros de grandes. Resumiendo, que he tenido que ir a otra psicóloga para hacer una regresión bajo hipnosis. Parece ser que cuando quedé inconsciente debido a la fatiga y a la falta de alimento, unos extraños seres se apropiaron de mi cuerpo para pasarlo bomba. Vamos que abusaron de mí. Me hacían cosquillas en los pies. Fue horrendo: no podía controlar la risa mientras los raros seres enanos de gigantes cabezas grises babeaban de placer. Qué asco, qué asco. Ya no podré volver a ver nunca más David el Gnomo. Me voy a Laponia a pedir explicaciones a Papá Noel. Como se me ponga chulo, este año, secuestro las Navidades.
Los garbanzos duros, al agua, odian.
|